jueves, 14 de enero de 2010

MIERCOLES 13

A las seis de la mañana mis ojos decidieron abrirse de par en par y no desear cerrarse, mire el reloj, el único consuelo que me quedaba era saber que a las ocho tenía que estar en clase, ¡¡¡menudo consuelo!!!! por lo menos solo perderé una hora de delicioso sueño.

Después de comerme un bocata en uno de los pasillos más frios de la facultad, entre en clase, hoy tenía que exponer mi proyecto personal, eso supone un caos para mi, ese sudor frío que desde primera hora de la mañana me acompañaba, ahora se acentuaba con unos labios lilas, y una taquicardia que poco a poco me dejaba sin energías, aleatorio, así iríamos exponiendo, una tortura permanente de no saber cuando será tu turno, cuando mi compañero Leandro dijo mi nombre, lo miré y sin pensarlo le dije “Leandro menuda putada me has hecho”, tenía la esperanza de que me tuviera que ir a trabajar y no me diera tiempo a expone mi proyecto.

EN BUSCA DE LA IDENTIDAD PERDIDAD, así se titula mi proyecto de identidades, cogí carrerilla y comencé a hablar, haciendo preguntas, explicando el por qué, comparando, poniendo ejemplos, ya no tenía frío, conseguí manejar mi tartamudez producida por mi pánico escénico que siempre me acompaña cuando tengo que hablar con gente que no es de confianza, cuando miré a mi alrededor, todos me miraban, un silencio que chirriaba en los oídos, ¿me estáis entendiendo?¿o me estoy explicando fatal?. No no, muy bien, sigue. No me podía creer que esa tortura de exponer estuviera llegando a su fin, un mes investigando, haciéndome preguntas, leyendo y volviéndome loca para poder contestarla, estaba finalizando.

De camino al colegio ese sudor frío fue desapareciendo poco a poco, pero aun estaba acechándome, sabía o intuía lo que vendría después, cuando salí de la última clase de la tarde en la facultad, el agotamiento pos-nerviosismo era brutal, y aun quedaba lo peor. Venga Bea, vamos!!! Oí decir tras de mi. Me senté en esa camilla reclinable azul que tanto odio, abrí la boca. Para matar el día tenía cita con el dentista (una artista), que me hizo sangrar como un chino en una matanza, y me soplo setenta eurazos. Para colmo de camino a casa me mordí dos veces el labio dormido. Cuando entré en el ascensor, tenía la boca repleta de sangre, menuda guinda para el pastel de fresa,,, parecía que acababa de morder un cuello tibio de sangre azucarada, pura envidia para la imaginación de Bram Stoker
, le abría venido bien verme en el ascensor para una escena de su famoso vampiro humano Drácula.

Por fin el sudor frío que había aparecido al inicio de la mañana me abandonaba en ese espejo del ascensor, aquí te quedas, encerrado en una habitación que sube y baja.

No hay comentarios:

Publicar un comentario